Érase un 5 de abril, en una tibia mañana de invierno en Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parece detenerse. El canto de los pájaros de colores, los ladridos de los perros y los gallos entonando su melodía formaban una sinfónica única en Silvania. Ese día, el invierno, generoso, decidió dar una tregua.
Kike se despertó distinto. Algo en su interior había cambiado. Atrás quedaban la indecisión y el letargo de una semana difícil. Tal vez fue aquella vocesita, su intuición, que el sábado anterior le susurró algo importante. Hoy era otro día. Se sentía renovado, con buena vibra, preparado para grabar el video final en el Mirador Artístico… que, al final, resultaron ser cuatro.
Dos días antes, su cita con el alcalde había sido un éxito, aunque la falta de una foto aplazó la publicación de aquel inolvidable jueves. Para él, ese día pasó de ser metáfora a realidad. El viernes siguiente celebró con sus cómplices de aventuras: la doctora Olga, don Wilson y el paisita. Pero Kike había prometido no contar esa historia sin la foto. Y Kike cumple sus promesas.
El sábado despertó con una energía sorprendente. Hizo su rutina de tres horas y recitó una y otra vez su libreto, convencido de que era su responsabilidad llevar su libro al mundo. Sacó a relucir ese león orador que llevaba dentro, convencido de ser un escritor único por su forma de interpretar lo cotidiano desde el presente.
Mientras su hijo Juanpis dormía tras acostarse a las seis de la mañana, Kike preparó desayuno y almuerzo. Su ropa de ejecutivo ya estaba lista desde el día anterior: camisa y corbata bien dispuestas. Su presentación debía ser impecable.
Después de unos ejercicios de fortalecimiento, desayunó. A las 2:00 p.m. Juanpis despertó. Kike lo ayudó a ducharse, le preparó el desayuno y lo alistó para el viaje al Mirador. Pero a las 3:15 p.m., cuando ya le tenía los zapatos listos, Juanpis se negó a ir. Prefirió quedarse, y Kike, un poco decepcionado, le dejó su merienda de onces y partió a las 3:35 p.m.
Durante el trayecto, recorriendo un kilómetro y medio, Kike admiraba la majestuosidad de la vía en la 40, ya casi lista con sus tres carriles por sentido. A las 4:00 p.m. llegó justo a tiempo. Doña Ligia y don Germán lo recibieron con los brazos abiertos y le presentaron a dos chicas, una de ellas cantante. Extrañados por la ausencia de Juanpis, escucharon atentos su explicación.
Kike hizo su calentamiento, pero fue doña Ligia, experta en libretos, quien le sugirió ajustar el movimiento de brazos, modular mejor su voz y hablar desde el alma, no como un loro. Le preparó el micrófono, y aunque al principio se enredó, fue tomando confianza. Al final, grabaron cuatro videos: dos interiores (vertical y horizontal) y dos exteriores con el mismo formato.
Kike sintió que aún le faltaba algo, por eso los subiría como borradores. Pero sabía que los próximos días serían clave para mejorar, siguiendo los consejos de doña Ligia. Al terminar, ella le ofreció un delicioso jugo de maracuyá, mientras don Germán y las chicas brindaban con cerveza. Compartieron ideas, y Kike les contó el origen de su libro, el cual doña Ligia tenía exhibido en el centro de su biblioteca.
Entre risas y abrazos, se despidieron. Eran las 5:30 p.m. Kike, preocupado por haber dejado a Juanpis solo, regresó apresuradamente a Villa de las Bendiciones. Quince minutos después, Juanpis lo recibió con una sonrisa pícara. Cenaron juntos sopa de pasta con pollo, arroz, pierna frita, papa salada, plátano maduro frito y Pony Malta.
Esa noche, antes de dormir, Kike dejó listo el borrador de su blog, titulado: "El Despertar de Kike y la Profecía del Poeta Josué". qué publicaría al día siguiente
✨ "Cuando un sueño se escribe con el corazón, se convierte en una historia capaz de transformar otras vidas." – Kike
¿Qué nuevas aventuras esperaban a Kike la siguiente semana?
Esta historia… continuará.
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