domingo, 9 de febrero de 2025

#Bendición en la Cima: Un Mensaje del Cielo


 Era un domingo 9 de febrero, a las 6:00 p.m., cuando la noche comenzaba a envolver Villa de las Bendiciones en su manto estrellado. Kike, tras un día sumergido en la lectura de "Gabo periodista" y en la escritura de algunas reflexiones, sintió una extraña presencia. Desde la mañana, una energía invisible lo rodeaba, observándolo en silencio, como si un mensaje celestial estuviera a punto de revelarse. De pronto, un recuerdo lo golpeó con la fuerza de un relámpago: había sentido esa misma presencia un domingo 14 de enero de 2018, en una mañana nublada y fría en la Plaza de Bolívar, en Bogotá.

Aquel día, a las 7:00 a.m., Kike se encontraba puntual en un desafío con sus amigos del Club ADES. Hilba Prada, Luz Marina Fresno, Gladys Luna, Belén Cagua, Campo Elías, Olga, Humberto Palacios y su eterno rival y amigo de infancia, Julio César Trejos, estaban listos para una prueba de resistencia: escalar el Cerro de Guadalupe desde la Plaza de Bolívar. El recorrido sería desafiante, un ascenso implacable que los llevaría por la calle 9 hasta el barrio Egipto, luego por la carretera vía a Choachí, y finalmente, por un sendero empinado de casi dos kilómetros hasta las puertas del santuario.

El aire frío mordía la piel, y cada zancada era un reto contra la gravedad. El sudor caía como lluvia en los rostros de los corredores, pero Kike, sintiendo la fuerza de algo más grande que él mismo, se sobrepuso al cansancio. Con un tiempo de 1:19:54 y una distancia exacta de 12 km, fue el primero en coronar la cima. En ese instante, se sintió como un ciclista conquistando una etapa del Tour de Francia. Su corazón latía con la intensidad de un tambor de guerra.

Mientras recuperaba el aliento, un grupo de monjas descendía sonriente desde el santuario. Sus hábitos blancos brillaban con una luz etérea, y Kike, sintiéndose envuelto en una sensación de paz inexplicable, les pidió la bendición. Una idea lo asaltó de repente: debía tomarse una foto con ellas. En aquel instante, una emoción electrizante lo recorrió de pies a cabeza. Sentía que esos seres de blancas vestiduras eran ángeles disfrazados de monjas, mensajeras de algo divino. Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Acaso ese encuentro tenía un significado oculto?

Hoy, 9 de febrero, esa misma presencia lo observaba de nuevo. Algún mensaje se cernía sobre él, invisible pero palpable. Mientras escribía este blog, su amigo Deiby le envió un video de la remodelación de su antigua casa. La alegría invadió a Kike al ver cómo Deiby la había modernizado tal como él mismo hubiera querido hacerlo. Con el corazón latiendo de emoción, le escribió un mensaje:

Hola Deiby,

Quiero expresarte mis más sinceras felicitaciones. Has logrado hacer brillar esa casa de una manera admirable. Tu esfuerzo y dedicación son verdaderamente inspiradores. Dios siga bendiciéndote y guiando cada paso de tu camino. Eres un ejemplo a seguir y mereces todo el éxito del mundo.

Un afectuoso abrazo y mis mejores bendiciones para ti y tu linda familia.

De vuelta a sus recuerdos, Kike revivió aquel momento en Guadalupe. Después de la foto con las monjas, sus amigos del Club ADES llegaron a la cima. Julio César, su eterno rival y compañero de carreras, lo felicitó con una sonrisa cómplice. Entraron a la iglesia, oraron en silencio y, tras inmortalizar la hazaña en fotografías, descendieron en colectivo hasta el centro de la ciudad.

Aquella fue una aventura inolvidable, un encuentro con lo divino que Kike nunca olvidaría. Hoy, al sentir de nuevo aquella presencia mística, comprendió que todo estaba conectado. El pasado y el presente se entrelazaban en un susurro celestial, recordándole que la voz del alma es el puente hacia lo divino. En el silencio de la noche, con la pluma en la mano y el calor de su brazo escribiendo, Kike supo que vivía en el aquí y el ahora. Y que, escuchando con atención, podía descifrar los mensajes del cielo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Subir a trote al Santuario de Guadalupe, es fenomenal. Primero su altimetría, se inicia de 2.640 mt en Bogota hasta los 3360 mt altura,punto de llegada, se disfruta de una via rodeada de vegetación y bien de mañana se siente el aire fresco, cuando se exhala se aprecia , pues se deja ver por el calor interno del cuerpo y el frío externo. Ese último tramo de casi 2 kilómetros, un ascenso alterno fuera de serie, por lo empinado más la altura sobre el nivel del mar.

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