lunes, 6 de enero de 2025

#"La travesía mágica de Jhonny: Rumbo a Jerusalén"


 Era el 3 de enero, un día nublado en Villa de las Bendiciones, rodeado de naturaleza exuberante y paisaje de ensueño, donde el sol asomaba tímidamente entre el denso follaje, acompañado del canto alegre de los pájaros, Carmencita, con su calidez habitual, preparó un desayuno para su hijo Jhonny, quien se alistaba para enfrentar la tercera etapa de la travesía Cunditolimense en bicicleta.

Jhonny, cargado de expectativas, partió al amanecer. A las 5:50 a.m., llegó a Flandes, un lugar donde el tiempo parecía haber hecho una pausa. Las calles descuidadas y las construcciones centenarias cercanas al río Magdalena evocaban historias de antaño, mientras el majestuoso pero deteriorado puente Mariano Ospina Pérez unía Flandes con Girardot. Con dudas acerca de la ruta, Jhonny se detuvo a preguntar a los lugareños, hombres de rostros curtidos y miradas sabias, que parecían reflejar las huellas de la historia del lugar.

El camino avanzaba bajo una lluvia repentina que transformó los primeros 20 kilómetros en un desafío emocionante. La humedad, las corrientes de aire y la inestabilidad de la vía pusieron a prueba la experiencia de Jhonny, quien sorteó el terreno ondulado con una habilidad admirable. Mientras pedaleaba, el sol emergió lentamente, iluminando el paisaje como un cuadro vivo.

La llegada a Tocaima le ofreció un breve respiro. Era un pueblo pintoresco, con un encanto que parecía resistir al paso del tiempo. Sin embargo, la alegría inicial se disipó cuando Jhonny descubrió que la reserva de su hotel había sido invalidada. Con preocupación, buscó refugio por todo el pueblo sin éxito, hasta que un buen samaritano, dueño de un pequeño hotel, le ofreció un cuarto improvisado. Sin comodidades, pero con una cama y un baño, era un oasis para el viajero cansado.

Sin tiempo que perder, Jhonny decidió continuar hacia Jerusalén, "el pueblito más caliente de Colombia". La travesía de 17 kilómetros hacia el desierto cundinamarqués estuvo llena de desafíos. La vía se tornaba cada vez más inhóspita, con huecos, derrumbes y una soledad que envolvía todo en un aire de misterio. Coronó el alto de Limba, un puerto imponente que parecía danzar con el sol abrasador, y finalmente llegó a Jerusalén, un pueblo casi olvidado por el tiempo, donde la calidez de los habitantes contrastaba con el implacable calor.

Jhonny se dejó llevar por la magia del lugar: se sumergió con ropa en una fuente de agua fría, disfrutó de una empanada y se hidrató bajo el sol abrasador. El regreso fue igual de arduo, enfrentándose nuevamente al alto de Limba por su lado más difícil. Exhausto pero lleno de satisfacción, Jhonny llegó a Tocaima, donde una piscina y un modesto descanso lo recompensaron.

Mientras tanto, en Silvania, Carmencita, en medio de la paz de Villa de las Bendiciones, debatía entre un viaje a Bogotá o quedarse un día más en ese lugar donde el tiempo parecía detenerse. Linda y Kike la convencieron de quedarse, y con una sonrisa, Carmencita aceptó.

Así, madre e hijo vivían sus propias aventuras, cada uno en su mundo, pero conectados por un hilo invisible de amor y determinación.

…Esta historia continuará.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente actividad turística y deportiva, poniendo a prueba su fortaleza física y mental.

Alex dijo...

todo un gladiador y un buen blog

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