Era el amanecer del 1 de enero, y Bogotá parecía haber caído bajo un hechizo. La ciudad, usualmente bulliciosa, amanecía tranquila, cubierta por un aire frío de 8 grados que cortaba las mejillas, pero con un cielo despejado que prometía aventuras. Desde la ventana, en Suba, Jhonny Alberto Moreno observaba la luz dorada que comenzaba a pintar los tejados. El viaje que tenía por delante vibraba en su mente como una melodía emocionante. Su bicicleta, recién ajustada en el taller, esperaba ansiosa por enfrentar las pendientes y descensos que lo llevarían a Silvania, al corazón de Villa de las Bendiciones, donde Kike y Linda, sus entrañables amigos, lo recibirían.
Carmenza Moreno, su madre y compañera de aventuras, también se preparaba para el trayecto. Ambos sabían que este no era un simple viaje; era una conexión con algo más grande, un ritual que parecía abrirse paso entre el tiempo y el espacio.
Mientras Jhonny recorría las vacías calles de Bogotá, sentía el latido de la ciudad bajo sus ruedas. Había algo místico en esa paz inusual del Año Nuevo: el aire fresco, las avenidas despejadas, los primeros rayos de sol abrazando los edificios. En el terminal, Carmenza subió a un bus casi vacío, una escena extraña para ser temporada alta. Jhonny, decidido a no dejarse vencer, partió con su bicicleta, persiguiendo el horizonte.
El camino estaba lleno de desafíos. La subida al Alto de Rosas probó su resistencia, mientras que el descenso, con sus vientos caprichosos y las sombras proyectadas por los conos en la carretera, le exigía una concentración absoluta. Cada curva parecía un susurro del viento, una advertencia, un desafío. En un momento, una ráfaga fuerte lo tambaleó, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. ¿Qué habría pasado si perdía el equilibrio? Pero Jhonny, con el corazón latiendo como un tambor, retomó el control, una sonrisa de victoria dibujándose en su rostro.
Al llegar a Silvania, la magia del lugar lo envolvió. A 1,470 metros sobre el nivel del mar, este rincón escondido parecía un portal a otro mundo. Los cafetales y los frutales daban la bienvenida con un aroma dulce, y el calor abrazaba como un amigo perdido. Carmenza lo esperaba con una sonrisa que hablaba de orgullo y alivio. La conexión entre madre e hijo, reforzada por la aventura, brillaba como un faro en ese día especial.
Villa de las Bendiciones era un refugio perfecto. Kike y Linda los recibieron con calidez, y pronto el lugar se llenó de risas, anécdotas y desconexión del mundo. Fue entonces cuando Kike sorprendió a Jhonny y a su madre con un regalo especial: una dedicatoria en el libro "Historias que inspiran la imaginación".
—A Carmencita y su hijo, amigos que han inspirado mi imaginación y mi corazón —leyó Kike con voz solemne, arrancando sonrisas y lágrimas de emoción—. Este capítulo es un homenaje a su fuerza, su amistad y los momentos inolvidables que hemos compartido.
El día continuó con un festín preparado por Linda: arroz, carne, papa salada, plátano frito y un jugo de zanahoria que parecía haber capturado la esencia misma del sol. Entre juegos de parqués y conversaciones llenas de esperanza, la noche cayó suavemente sobre Silvania.
Antes de dormir, Jhonny tomó el libro de Kike y comenzó a leer. Cada página era un espejo, un recordatorio de que las verdaderas aventuras no están en los destinos, sino en los corazones que se conectan a lo largo del camino.El día siguiente prometía más desafíos: correr con su madre entre los senderos mágicos de Silvania. Pero Jhonny sabía que cada paso, cada kilómetro recorrido, era más que una prueba física. Era un recordatorio de la fuerza del espíritu, del amor incondicional de su madre, y de la magia que habita en los pequeños momentos de la vida.
Esta historia nos recuerda que la vida es una serie de aventuras que se despliegan entre los desafíos del camino. No importa cuán empinado sea el sendero o cuán fuerte sople el viento; lo importante es avanzar con el corazón lleno de determinación y amor. Cada viaje, cada experiencia, se convierte en un capítulo de nuestra propia historia. Atrévete a vivirla al máximo, rodeado de las personas que amas, porque al final del día, son los momentos compartidos los que realmente nos llenan de vida y nos inspiran a seguir adelante.
Esta historia, continuará..........
1 comentario:
como siempre muy buenos sus blogs la manera en que cuenta sus historias y las de otros felicitaciones Jaime
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