jueves, 21 de noviembre de 2024

#Colibríes en el Camino de Maryi


 Mi vida comenzó con un desafío, pero desde muy pequeña descubrí que la fuerza y el amor son capaces de transformar los momentos más oscuros en luces brillantes. Soy Maryi, la menor de tres hermanos, y aunque compartimos la misma madre, nuestros caminos se trazaron con raíces diferentes. Mis dos hermanos mayores llegaron al mundo gracias al amor que mi mamá encontró en Carlos, su primer compañero. Aunque su relación terminó cuando las tormentas de la vida llegaron, mi mamá nunca dejó que la tristeza apagara su espíritu.

Poco después, conoció a mi segundo padre. Fue una relación breve, pero suficiente para que yo llegara a este mundo. Sin embargo, el destino tenía otros planes: él ya tenía otra familia y nos abandonó, dejándonos a mi mamá y a mí en un mar de incertidumbre. A pesar de todo, ella no se rindió. La fuerza en sus ojos era como el brillo del amanecer después de una noche lluviosa. A su lado, y con la ayuda de mi tía, crecí rodeada de un amor que no conocía límites.

La magia siempre estuvo presente, aunque en aquel entonces no lo sabía. Mi mamá solía decirme que los colibríes que visitaban nuestro jardín eran mensajeros de esperanza. Sus diminutas alas parecían murmurar palabras de consuelo en los momentos difíciles. Una de esas pruebas llegó cuando, siendo una niña pequeña, sufrí un accidente que me dejó con fracturas en el cráneo y la cara. Los médicos me llamaron un milagro, pero yo siempre supe que eran los colibríes quienes habían intercedido por mí. Después de todo, ¿qué otra explicación había para sobrevivir a algo así?

El dolor también trajo aprendizajes. La pérdida de mi tía, quien fue como una segunda madre, dejó un vacío enorme. Sin embargo, su recuerdo se convirtió en una estrella que me guiaba en las noches más oscuras. Con el tiempo, mi mamá y yo encontramos refugio en una finca en Subía, Cundinamarca. Allí, entre las montañas y el susurro de los árboles, conocí a un hombre que devolvió la sonrisa al rostro de mi mamá. Fue como si el destino hubiera tejido un nuevo capítulo para nosotras, uno donde el amor y la esperanza volvían a florecer.

Aunque la finca era un refugio, yo, Maryi, sentía que el campo me hablaba en susurros, pidiéndome volar hacia otro lugar. Le pedí a mi mamá que me dejara vivir con una tía en Madrid, Cundinamarca, y ella, siempre escuchándome con el corazón, accedió. Allí encontré estabilidad, pero también descubrí que la distancia no podía borrar el amor por mi madre. Siempre volvía a ella, como un río que busca su cauce natural.

Cuando cumplí 15 años, no quise una fiesta ni una gran celebración. En cambio, recibí un computador, un portal hacia mundos desconocidos y sueños por explorar. Esa simplicidad me enseñó que las verdaderas celebraciones no están en las grandes cosas, sino en los pequeños detalles que tocan el alma.

Un Mensaje en las Alas del Viento

Mi historia no es perfecta, pero es única. Está tejida con desafíos, lágrimas, risas y momentos mágicos que me enseñaron a mirar más allá de las dificultades. Los colibríes, con sus vibrantes colores y su vuelo incansable, me recordaron siempre que la vida es un viaje lleno de sorpresas.

Para ti, querido lector: "No importa cuán difícil sea el camino, en algún lugar, un colibrí revolotea, trayendo consigo un mensaje de esperanza. Aprende a escuchar los susurros de la vida, porque en ellos encontrarás la fuerza para volar más alto."

Y así, esta es solo una parte de mi historia. Los colibríes aún tienen muchos secretos que revelarme, y yo, muchas lecciones que aprender.

 

Continuará...

1 comentario:

Manuel Céspedes P dijo...

Excelente historia de vida, bien narrada y redactada, digna al estilo de un ejemplar de un libro o episodio de una novela.Sorprendente las diversas situaciones afrontadas por la señorita y su familia. "Dicen que cuando un colibrí, revolotea o posa muy cerca de un ser humano es la manifestación espiritual de un ser querido". La historia continua...." Muy interesante"

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