Salir de trabajar a las 5:30 p.m. y dirigirse a los teatros se convirtió en su rutina favorita. Entre sus preferidos estaban el Teatro Royal, el Opera, y el Olimpia, entre muchos otros de la ciudad. Pero había uno en especial que lo llamaba más: el Teatro México, donde disfrutaba de los clásicos del cine mexicano. Allí, se sumergía en las películas que habían marcado una época, perdiéndose entre las historias de amor, drama y valentía que se proyectaban en la gran pantalla. En su mente ya imaginaba el día en que llevaría a su futura novia al mismo lugar, para compartir con ella esa pasión que tanto lo llenaba de vida.
No solo los clásicos mexicanos capturaban su atención; Roger también se deleitaba viendo las mejores películas ganadoras del Óscar en el icónico Teatro Jorge Eliécer Gaitán, en pleno centro de Bogotá. Era capaz de ir hasta cuatro veces por semana, emocionado cada vez que una nueva película llegaba a la cartelera. Prefería ir entre semana, cuando la multitud no llenaba las salas y podía disfrutar de cada escena en la tranquilidad que tanto valoraba.
En ese mismo 1982, una película causaba furor: Gandhi, una obra que prometía contar la historia del líder pacifista indio que había logrado la independencia de su país sin recurrir a la violencia. A primera vista, Roger no estaba particularmente emocionado por verla. El tráiler mostraba a un hombre vestido con una túnica sencilla, y aquello no le atraía. Sin embargo, algo lo impulsó a entrar al teatro, tal vez la curiosidad, tal vez el deseo de ver de qué se trataba la película que todos comentaban.
Lo que Roger no sabía es que aquella decisión marcaría un antes y un después en su vida.
Desde los primeros minutos de la película, Roger quedó atrapado en la historia de Mahatma Gandhi. La sencillez del hombre, su profunda espiritualidad y, sobre todo, su firme creencia en la no violencia, tocaron algo dentro de él. Durante la película, Roger lloró al ver cómo este humilde hombre, sin levantar una sola piedra, había derrotado a uno de los imperios más poderosos del mundo. Lo que más lo impactó fue la fuerza moral y la paz interior de Gandhi, quien, a pesar de las injusticias y la violencia a su alrededor, nunca cedió a la ira o al odio.
Roger salió del teatro ese día siendo una persona diferente. Algo dentro de él había cambiado profundamente. No solo se sintió inspirado por la película, sino que comenzó a ver la vida desde una nueva perspectiva. Gandhi no era solo una película para él, era una lección de vida, una guía para vivir con principios sólidos. A partir de ese momento, Roger empezó a construir su propio camino espiritual.
Durante el resto de 1983, Roger volvió a ver la película más de 20 veces, cada vez con el mismo asombro y emoción de la primera vez. La filosofía de la no violencia y el respeto por la humanidad que Gandhi predicaba se convirtieron en pilares de su vida. Ese año, Roger comenzó a leer libros de figuras espirituales como Deepak Chopra, Eckhart Tolle y Osho. Cada palabra que leía transformaba su ser, lo hacía sentir más conectado con su propósito, más consciente de la importancia de la paz, la bondad y el equilibrio interior.
Con el paso de los años, Roger se convirtió en un hombre profundamente espiritual. No solo adoptó la no violencia como principio, sino que también cultivó un sentido profundo de compasión hacia los demás. Jamás pasó por su mente hacerle daño a alguien; al contrario, siempre deseaba lo mejor para quienes lo rodeaban. Se convirtió en un faro de paz para aquellos que lo conocían, irradiando tranquilidad y bondad en todo momento.
Llegados sus 60 años, Roger comenzó a escribir historias que nacían de su inspiración. Relatos que capturaban los valores que había aprendido a lo largo de su vida, y que buscaban motivar a los demás a vivir de una manera más plena y pacífica. Sus escritos no tardaron en resonar con el público, cautivando a lectores de todas partes del mundo. Cada historia que escribía era una pequeña semilla de cambio, un recordatorio de que, al igual que Gandhi, cada persona tiene el poder de transformar su entorno a través de la paz y el amor.
Para Roger, como decía Deepak Chopra, “El camino es la paz”. Su vida entera se convirtió en un ejemplo de cómo una simple película, una lección de vida o una iniciativa de autoenriquecimiento pueden tener un impacto duradero. Roger no solo admiraba a Gandhi, sino que había hecho de su mensaje una parte integral de su vida. En cada acto de bondad, en cada palabra que escribía, estaba presente la esencia de aquel hombre que había derrotado al Imperio Británico sin levantar una sola arma.
Mensaje final de motivación
Querido lector, la historia de Roger nos enseña que nunca sabemos cuándo un evento, por más simple que parezca, puede cambiar nuestras vidas. Para Roger, fue una película, un simple boleto de cine, lo que lo llevó a descubrir una filosofía de vida que transformó su manera de ser y de ver el mundo.
Esto nos recuerda que cada uno de nosotros tiene el poder de decidir qué valores quiere adoptar, qué principios quiere seguir y cómo quiere impactar el mundo. No importa de dónde vengamos, no importa las circunstancias que nos rodeen; siempre podemos elegir el camino de la paz, el amor y la no violencia. Como lo hizo Roger, cada pequeño acto de bondad, cada gesto de respeto, cada palabra escrita desde el corazón, tiene el potencial de cambiar el mundo.
Nunca subestimes el poder de una película, un libro, o una enseñanza para transformar tu vida. La verdadera riqueza está en lo que podemos aprender, compartir y transmitir a los demás. Así como Roger encontró en Gandhi una fuente de inspiración, tú también puedes encontrar en tu vida diaria la oportunidad de hacer de este mundo un lugar mejor. El cambio comienza contigo.
1 comentario:
Muchos tuvimos la oportunidad de disfrutar de una época dorada del cine, donde ir a una función podía ser plan perfecto para compartir,aunque el tiempo pase siempre se recordara aquellos momentos, muchas películas y otros casi documentales dejaron huella y marcaron una nueva filosofía como le ocurrió a Roger. Excelente historia de vida.
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