domingo, 31 de agosto de 2025

🌙 El Misterio de los Tres Encuentros


 Érase un miércoles 27 de agosto, cuando el alba emergía sobre una tierra humedecida por el rocío. La alameda dorada, hacia la curva de senderos en Villa de las Bendiciones, se desplegaba como un lienzo celestial. La Luna creciente cóncava, aún oculta entre las montañas, parecía guardar un secreto ancestral, como si vigilara desde lo alto lo que estaba por suceder.

En aquel rincón encantado de Silvania, donde el tiempo se detiene, las aves multicolores y diminutos insectos danzaban como destellos de otro mundo, entonando un canto sagrado a las 2:07 de la madrugada. Algo invisible se movía en el aire, un presagio.

Kike despertó inquieto, con la sensación de que ese día traería algo especial. Recordó el lunes pasado, cuando perdió sus tapabocas y Linda los halló intactos a la orilla del camino. ¿Casualidad? ¿O un gesto silencioso del universo que le hablaba en pequeños símbolos de honestidad y destino?

Con calma, siguió su rutina: ejercicios, meditación, yoga. Preparó tintos y aromáticas, y mientras terminaba por tercera vez el audiolibro Reprogramar la mente, anotaba frases que parecían cobrar vida, como si fueran mensajes cifrados. Una idea lo sacudió: “Tu mente es un universo en expansión…”

A las 5:31 a.m., partió hacia el Hospital Ismael Silva. Allí, entre tapabocas, tintos y palabras de ánimo, todo parecía normal… hasta que a la salida, en la plaza, notó a una periodista filmando. La doctora Olga lo presentó: era también escritora. Kike, con cierta timidez, le mostró su libro. Ella aceptó leerlo. En ese instante, Kike sintió un estremecimiento: el primero de tres encuentros que no parecían fruto del azar. 


Horas después, al subir con su carro de tintos por las calles, encontró a dos hombres frente a la estatua de Ismael Silva. Les ofreció tomarles una foto, luego tintos, y finalmente les habló de su libro. Carlos López, guarda de seguridad, con aspiraciones a nuevas alternativas de trabajo; y Gustavo Salazar, policía retirado y futuro abogado en curso, quedaron intrigados. Gustavo le prometió presentarlo ante el alcalde de Fusagasugá. El segundo encuentro. Otra promesa que parecía salida de un guion oculto.

Más tarde, en el Alto de la Virgen, don Andrés —el mismo que meses atrás le ayudó a recuperar su celular— lo presentó a dos visitantes de Bogotá. Entre ellos, María Mercedes, conferencista de la Cámara de Comercio, lo reconoció y declaró en voz firme:
—Él es un gran escritor y poeta de Silvania.

Las palabras resonaron como una profecía. Kike mostró su libro y pactaron volver a encontrarse. El tercer encuentro. La confirmación de que algo se estaba tejiendo.

Ese día continuó con un almuerzo en casa de la doctora Olga y, al anochecer, con su regreso a Villa de las Bendiciones. La brisa le susurraba en el camino y el aroma del caballero de la noche impregnaba el aire, como si la naturaleza misma quisiera hablarle. Al llegar, Linda y Juanpis lo esperaban con la cena familiar, pero Kike no podía sacarse de la mente la pregunta:

¿Por qué ese miércoles le habían ocurrido tres encuentros tan decisivos?

En lo profundo de su corazón, supo que no era simple coincidencia. El universo le estaba mostrando señales, piezas de un misterio que apenas comenzaba a revelarse. Una certeza lo atravesó: lo que venía después sería aún más grande… y quizá más desafiante.

Esa noche, mientras cerraba los ojos, la frase del audiolibro volvió como un eco inquietante:

“Tu mente es un universo en expansión y tú eres el creador de cada estrella que brilla en ella.”

Pero en ese silencio nocturno, Kike sintió que había estrellas que no brillaban por azar, sino porque estaban llamándolo hacia un destino oculto.

…Esta historia continuará.

domingo, 17 de agosto de 2025

#"El despertar del Polímata"


 Érase un domingo 18 de agosto, en un rincón enigmático y paradisíaco donde la naturaleza parecía inventarse a sí misma. Un lugar de plantas florecidas, lluvias repentinas y montañas tranquilas: Villa de las Bendiciones. Allí el tiempo se detenía, los pájaros carpinteros martillaban con sus picos la guadua como si fueran relojes ancestrales, y las aves de mil colores revoloteaban dibujando en el aire un paraíso tropical.

A las 4:50 de la mañana, Kike despertó de un profundo sueño. Antes de abrir los ojos, recordó una frase que la noche anterior lo había acompañado como un eco persistente:
“Hay un poder infinito dentro de mí.”

No sabía por qué esa afirmación lo había perseguido hasta dormirlo, pero al despertar, lo primero que hizo fue orar. Se encomendó a la Divina Providencia, pidiendo que sus palabras y escritos tuvieran el poder de inspirar, transformar y sanar, y agradeció el don de la sabiduría para escribir historias que motivaran al mundo. Como cada día, pidió ser 1% mejor que ayer, y 1% mejor mañana que hoy.

Tras activar sus siete chakras, bajó a preparar tintos y aromáticas para vender en el pueblo. Mientras hervía el agua, encendió su celular y al abrir YouTube, lo primero que apareció fue un video con la afirmación que lo había acompañado en sueños: “Hay un poder infinito dentro de mí”. La repetían 108 veces. Kike lo tomó como señal, lo escuchó mientras hacía sus ejercicios y luego meditó agradeciendo la vida, recordando con gratitud a Edwin Quevedo, quien días atrás había comprado un ejemplar de su libro para regalárselo a su esposa Keren Valbuena, una destacada médica veterinaria apasionada por la avicultura. La dedicatoria escrita de puño y letra por Kike llevaba un mensaje de admiración y de inspiración.

En su meditación, Kike también recordó que el día anterior se había levantado a las 3:37 a.m. para leer. En dos horas y media devoró 108 páginas de Vivir para contarla de Gabriel García Márquez. Quedó fascinado con la descripción de aquel viaje periodístico al Chocó: la avioneta de carga con fuselaje roto, los pasajeros cubriéndose la cabeza con periódicos para protegerse de la lluvia, y la tensión de volar en medio de una tormenta para aterrizar en el río. Esa forma de narrar, de convertir la adversidad en literatura, lo inspiraba.

Ese domingo, con sus termos en mano, salió a recorrer el pueblo. Aunque el sesgo del negativismo quiso atraparlo —pocas ventas, cansancio, desánimo—, Kike cambió el chip. Decidió vender con entusiasmo y actitud. Para él, cada tinto vendido era una bendición. Al final no solo le fue bien, sino que regresó a casa con el corazón ligero. Linda lo sorprendió con un delicioso desayuno y, después de organizar su contabilidad, dedicó un rato a leer sobre El Método Polímata.

Allí comprendió algo revelador: él mismo estaba recorriendo ese camino. Recordó su reciente discurso en el Concejo de Silvania, donde había presentado su primer libro Historias que Inspiran la Imaginación. Al inicio los nervios lo hicieron sudar, pero a medida que hablaba, su voz se fue llenando de fuerza poética. Al terminar, fue ovacionado. Ese día vendió tres libros y descubrió una habilidad oculta: la de orador.

Esa tarde Kike entendió que era un polímata en formación: alguien que no se conforma con lo aprendido, que cae y se levanta, que convierte cada error en un escalón. Descubrió que la verdadera riqueza no estaba en acumular conocimientos, sino en aplicarlos con disciplina y creatividad. Como decía Steve Jobs: “La creatividad es solo conectar puntos.”

Reflexionó sobre cómo antes se quejaba de no tener tiempo. Ahora sabía que el problema no era el tiempo, sino las distracciones. La clave era la disciplina: no cuánto sabes, sino qué haces con lo que sabes. Aprendió que ser un polímata no significa saberlo todo, sino nunca dejar de aprender, tener la valentía de explorar lo desconocido y la humildad de aceptar los errores como parte del camino.

Recordó entonces las palabras de Carl Jung:
“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma.”

Ese domingo, en medio de pájaros de colores y lluvias repentinas, Kike descubrió su don oculto: la mentalidad polímata, la certeza de que con el 1% de mejora diaria, en un año sería un 37% mejor. Sonrió, convencido de que la vida es un viaje de aprendizaje sin fin.

Y mientras caía una llovizna ligera sobre Villa de las Bendiciones, pensó que tal vez Dios lo había puesto en ese lugar mágico para recordarle que cada día es una oportunidad de crear, crecer y renacer.

…Esta historia continuará.


📌 Aprendizaje:
El verdadero poder no está afuera, sino dentro de nosotros. El camino del polímata nos recuerda que no se trata de saberlo todo, sino de mantener la mente abierta, la disciplina viva y la humildad intacta. Cada error es un paso hacia adelante, cada día una nueva oportunidad de mejorar un 1%.

domingo, 10 de agosto de 2025

#El Jueves en que la Montaña Despertó🌄✨ (Crónica de un día donde la fe y la magia se encontraron en el mismo camino)


 En un rincón apartado de Colombia llamado Silvania, donde las madrugadas despiertan los sentidos y acarician el alma, amanecía un jueves 7 de agosto distinto, casi sagrado. En Villa de las Bendiciones, el tiempo parecía suspenderse, envuelto en una naturaleza exuberante que respiraba vida y misterio.

El cielo, aún oscuro, comenzaba a pintarse con un lienzo de tonos índigo que se diluían en pinceladas anaranjadas y rosadas. Nubes blancas flotaban como suspiros del amanecer, mientras una brisa fresca susurraba entre los árboles, llevando el aroma húmedo de la tierra y el dulce perfume de las flores silvestres.

La orquesta de la naturaleza afinaba sus instrumentos: pájaros de mil colores entonaban trinos que se mezclaban con el murmullo de un riachuelo y el canto lejano de un gallo. El viento danzaba entre las hojas y el primer rayo de sol encendía diamantes de rocío sobre la hierba. Aquella no era solo una madrugada: era un abrazo de la creación, donde el corazón parecía latir al mismo compás que la tierra.

Marcaban las 5:58 a. m. cuando Kike despertó, todavía con el eco de un sueño que lo había dejado inquieto. En él, caminaba por senderos de placa huella y piedra, hasta encontrarse con un hombre que le resultaba vagamente familiar, como una sombra del pasado. El desconocido lo miró fijo a los ojos y le dijo:

—Kike, qué alegría volver a verte. ¿No me reconoces?… Te aseguro que vas a llegar muy lejos.

El hombre siguió su camino y, cuando Kike volteó, ya no estaba. Solo quedaban los caminos recorridos, envueltos en un silencio extraño. Despertó a las 3:27 a. m., inquieto por el significado de aquel encuentro.

Mientras meditaba, recordó que el día anterior había vivido un momento trascendental: exponer su libro ante el Honorable Concejo de Silvania.

Ese miércoles, antes de salir a vender tintos en el hospital, había pulido su discurso. Las ventas de los días previos habían sido buenas, presagio de algo mayor. A las 8:10 a. m. llegó a la plaza, donde lo esperaban don Wilson y la ingeniera Martha. Sacó su traje azul impecable y la corbata. Don Wilson, notando el polvo en sus zapatos, se inclinó para lustrarlos y, con cariño, lo ayudó a acomodar su cabello, disimulando las huellas del tiempo.

Kike dejó su carrito mágico en la plaza y, con paso firme, se dirigió al concejo. La secretaria, Laura Contreras, lo recibió y el presidente, Dr. Jairo Alberto Leal, incluyó su intervención como el cuarto punto del día. La espera fue larga, pero paciente. 



Cuando llegó su turno, la voz de Kike empezó algo temblorosa, pero pronto se volvió clara, fuerte y llena de alma. Presentó su libro Historias que Inspiran la Imaginación, relatando cómo cada página había nacido en esa tierra y cómo, gracias a la venta de tintos y al apoyo de personas generosas, había logrado hacerlo realidad. 


La sala se llenó de aplausos. Carlos Domínguez y Laura registraban el momento en fotos y videos. La concejal Diana Triana le compró un ejemplar y recibió una dedicatoria única. Los concejales prometieron difundir la obra. 



Al día siguiente, 8 de agosto, Kike volvió, esta vez con nueve ejemplares en su mochila y un traje color café brillante. Entró junto al concejal Carlos Domínguez, desayunó con los miembros del concejo y dedicó libros a los concejales Holman Gerney Ruiz Delgado y Manuel Guillermo Pardo López. Luego, juntos, salieron a presenciar el desfile escolar por las calles de Silvania.

Esa tarde, tras vender tintos y aromáticas, volvió a casa, preparó el almuerzo, leyó y escribió la crónica del día: "El Lunes en que la Montaña Susurró su Secreto".

Esa noche, antes de dormir, volvió a su mente la imagen del hombre del sueño, mirándolo con ojos que parecían saber más de lo que decían:

—Vas a llegar muy lejos…

Y Kike se preguntó qué nuevas aventuras del diario vivir lo estaban esperando detrás de la próxima curva del camino.

…Esta historia continuará.

jueves, 7 de agosto de 2025

#"El Lunes en que la Montaña Susurró su Secreto" (Crónica de un día donde la fe y la magia se encontraron en el mismo camino)


 

Erase un lunes 4 de agosto cuando el amanecer, caprichoso, decidió dormirse un poco más sobre los cerros de un rincón oculto de Colombia: Villa de las Bendiciones.
Aquel lugar donde la neblina no solo cubre los cafetales, sino que parece guardar secretos antiguos en sus pliegues; donde las quebradas conversan con las piedras, las cigarras cantan como si no conocieran el silencio, y los perros ladran a presencias que solo ellos pueden ver.
Aunque la autopista Panamericana ha partido la montaña en dos, todavía en el alma del pueblo se siente un pulso invisible: el misterio de lo ancestral, la magia de lo simple.

Eran las 3:33 de la madrugada —hora que algunos llaman portal y otros casualidad— cuando Kike abrió los ojos. Se encomendó a Dios y agradeció por sus 35 años de casado con su amada Linda. Envió un pensamiento de amor a ella, a su hijo Juanpis, y a todos aquellos que, sin saberlo, eran parte de su bendición diaria: los que compraban sus tintos, los que algún día tendrían su libro Historias que Inspiran la Imaginación, los que le regalaban una sonrisa en la calle.
A todos les deseó lo mismo: que hoy les fuera un 1% mejor que ayer y mañana un 1% mejor que hoy.

Linda y Juanpis estaban lejos, en Bogotá. A Kike le correspondía aquel día enfrentar el frío, la llovizna y la soledad, armado solo con su carrito —su “carrito mágico”— y la certeza de que todo lo que ocurre tiene un propósito.
A las 5:31 am comenzó a rodar por el camino de placa huella, mientras recordaba que el domingo había leído tres horas continuas y escrito dos nuevos blogs. La montaña lo recibía con su aliento fresco, como si lo empujara suavemente hacia adelante.

Llegó al hospital a las 5:58 am. La fila era larga, unas cincuenta personas. Se colocó el tapabocas y, como si fuera parte de su misión, convenció a varios de usarlo también. Algunos, agradecidos, le compraron tintos, aromáticas y pericos para espantar el frío.
Ese día, las ventas parecían tener un compás propio, como si una mano invisible guiara cada moneda hacia él.
"El que resiste, persiste", se repetía, mientras sentía que algo extraordinario se estaba gestando.

A las 8:15 am, agradeció a la Divina Providencia por el récord alcanzado y se dirigió a la plaza para reunirse con su socio, don Wilson. Cargaron termos, cuadraron cuentas, y Kike continuó su recorrido hasta regresar a Villa de las Bendiciones a las 11:52 am. Preparó su desayuno —una sopa de pasta con pechuga criolla— y descansó exactamente 27 minutos. 


La tarde trajo la segunda parte de la historia. A las 3:33 pm, volvió a salir. Al pasar frente a la alcaldía, la coincidencia —o el destino— lo puso frente a la concejal Diana Triana, quien cumplió su promesa de comprar su libro. En ese instante apareció el presidente del concejo, Dr. Jairo Alberto Leal.
Kike, con la serenidad que solo da la fe, le habló de su obra. El doctor, como si ya lo hubiera estado esperando, percibió su humildad y ordenó a la secretaria, Laura Contreras, agendarlo para el día miércoles.

Por dentro, Kike sintió que la montaña misma le sonreía. Esa era su oportunidad de oro. Al contárselo a don Wilson y a la ingeniera Martha, lo felicitaron y le dieron consejos para presentarse impecable.

La noche llegó con cansancio y gratitud. Ese aniversario número 35 con Linda había sido un desfile de sorpresas invisibles: un récord de ventas, un nuevo libro vendido, y la invitación para presentarlo ante el concejo. Solo le faltó el abrazo de su esposa para completar la escena.

En casa, bajo el agua fría de la montaña, pensó en lo curioso de las horas: 3:33 am, 11:52 am, 3:33 pm… como si fueran marcas en un mapa secreto que él aún no entendía.
Cenó, compartió sus blogs y leyó comentarios de desconocidos: uno lo felicitaba por el cierre de Richi y el Balón que Susurraba Sueños; otro, quizá poeta o escritor, lo aplaudía por la tensión y el ritmo de Kike, el Vendedor de Café.

Kike se acostó. El sueño lo venció rápido, como si la montaña, satisfecha, lo acunara.
Pero la pregunta quedó flotando en la neblina de Villa de las Bendiciones:
¿Repetiría la hazaña en ventas?
¿Conquistarían sus palabras al honorable concejo?

…Esta historia continuará.

domingo, 3 de agosto de 2025

# "Kike, el Vendedor de Café"

La vida a veces nos habla en silencio, pero otras veces... lo hace a gritos desde los sueños.”

Era un sábado 2 de agosto en una región apartada de Colombia, donde el tiempo parece quedarse dormido entre las montañas verdes y húmedas de Silvania, un rincón del mundo donde la realidad convive con lo invisible, y lo cotidiano se llena de magia. Allí, en una casita enclavada entre árboles frutales y pájaros madrugadores, Kike despertó a las 4:14 a. m., alterado por un sueño que le dejó el alma sacudida.

En su visión onírica, Kike caminaba por una calle de su pueblo, empujando su fiel carro de tintos, como cada mañana. Todo parecía normal hasta que al pasar frente a una construcción, observó varios andamios inestables. Algo lo impulsó a detenerse, sacar su termo de tinto, colocarlo sobre una silla... y seguir caminando unos pasos.

Pero en ese instante, el viento cambió.

Kike miró hacia atrás y, con el corazón encogido, recordó que había dejado el termo. Se dio la vuelta para recogerlo, pero antes de poder regresar, los andamios comenzaron a derrumbarse. El tiempo se detuvo. Todo cayó en cámara lenta, como si el universo le estuviera dando una segunda oportunidad. Vio el termo estallar en mil pedazos justo donde había estado segundos antes… Y en ese momento, se despertó.

Jadeando, sudando, con el corazón galopando en su pecho. Pero estaba bien. Vivo.

Se quedó unos minutos en silencio, mirando el techo, sintiendo una mezcla de frustración, gratitud y claridad. “Se rompió el termo… pero yo estoy vivo”, se dijo en voz baja. Y entonces lo entendió: la vida vale más que mil termos.

Respiró hondo. Se levantó. Dijo su oración a la Divina Providencia, envió pensamientos de amor a Linda, a Juanpis —que celebraban un cumpleaños en Bogotá— y a los clientes que, sin saberlo, serían parte de su jornada.

Kike encendió el fogón, comenzó a preparar tintos, aromáticas, sus nuevos productos: carajillo, perico, milo, chocolate, cacao… Todo con la dedicación de un alquimista del café. Hizo sus ejercicios, escribió sus oraciones, y a las 9:00 a. m., salió a recorrer Silvania con el alma ligera.


En la plaza, don Wilson —un cliente fiel y mentor literario— le renovó su apoyo para el nuevo libro y hasta le recargó el termo con café fresco. Kike siguió su recorrido, ofreciendo sonrisas y bebida caliente. A eso de la 1:08 p. m., regresó a Villa de las Bendiciones para alistarse para la segunda jornada. Ese día, el desayuno fue tardío pero sabroso.sonrisas, 

En la tarde, una coincidencia hermosa: se encontró con una compañera del club de lectura de Silvania, quien le presentó a su hija Ángela. Entre sorbos de carajillo, hablaron sobre su próximo libro, sobre sueños y sobre lo real que puede llegar a ser lo que imaginamos.

Cayó la noche. A las 7:02 p. m., la jornada terminó con ventas que superaron las expectativas. Sobre las 8:00 p. m., ya estaba de vuelta en casa. Preparó su almuerzo, lo terminó casi a las 9:00 p. m., comió, reposó con un tinto doble… y se fue a dormir, dándole gracias a Dios por la vida, por los aprendizajes ocultos y por un sueño que, aunque inquietante, le salvó el alma.

Antes de dormir, pensó en su siguiente reto: leer durante tres horas seguidas y escribir la historia de su amigo Richi: “Richi y el Balón que Susurraba Sueños”.

Se preguntó si lo lograría…

La historia continúa.


🎇 Enseñanza final:

“No todo lo que se rompe es una pérdida. A veces, los pedazos que se salvan son los que más valen.”
Jaime Humberto Sanabria

 

#“Richi y el Balón que Susurraba Sueños”


 Desde el instante en que Ricardo —mejor conocido como Richi— llegó al mundo aquel 29 de junio del 2010 en Bogotá, el destino parecía tenerle escrita una historia entre gambetas, madrugadas frías y sueños dorados. Su padre, sin saberlo, selló un pacto invisible al regalarle una pequeña camiseta de fútbol el mismo día de su nacimiento. No era una prenda cualquiera; parecía tener el alma de un sueño, el murmullo de una pasión.

Desde que tuvo conciencia, Richi nunca vio el balón como un objeto inerte. Para él, el balón era un amigo. Un confidente silencioso con el que hablaba, reía, lloraba y soñaba. Correr por los parques o entre las calles bogotanas con un balón en los pies era como entrar en otro mundo donde solo existían él y su compañero de cuero. En ese universo, el tiempo se detenía y el corazón latía al ritmo del regate.

A los cuatro años, ingresó a su primera escuela de formación. No tardó en saber que no era solo un pasatiempo: el fútbol era su lenguaje, su elemento, su propósito. Los torneos crecían en intensidad, y él crecía con ellos. Pronto entendió que para volar más alto tenía que cambiar de nido. Así llegó a Fortaleza CEIF, en Cota, un club que desafiaría su cuerpo y su alma.


El nuevo camino trajo consigo el rigor de la disciplina, los viajes al amanecer, los partidos bajo la lluvia, los entrenamientos que dolían en las piernas pero templaban el espíritu. Cada partido era una prueba. Y Richi comprendió que en el fútbol, el talento abre puertas, pero lo que te sostiene es la disciplina, la humildad, la fuerza mental y sobre todo, la capacidad de levantarse después de cada caída.

Y entonces, un día cualquiera que parecía como los otros, llegó la final. No era solo un partido más, era el partido. Al sonar el pitazo final, una ola de emociones lo envolvió: calma, alegría, gratitud. Lloró, pero no de tristeza. Lloró porque en ese instante supo que cada madrugada, cada golpe, cada gota de sudor, había valido la pena.

Pero Richi no se sintió solo. Al mirar a la tribuna, vio a sus papás, Dora y Ricardo, sus eternos cómplices. Ellos habían estado siempre, con sus sacrificios silenciosos, con sus voces firmes diciendo “no te rindas”, con sus brazos dispuestos a abrazarlo en la derrota y en la gloria. Ese título no era solo suyo. Era de ellos. Era una victoria tejida en familia, con amor, entrega y fe.

Ese día, Richi entendió que el fútbol era su sueño, pero sus papás eran la fuerza que lo impulsaba. En sus ojos vio el mismo brillo que sentía en el corazón. Supo que el camino apenas comenzaba, que vendrían días duros, que el futuro no siempre sería color de rosa. Pero también supo que mientras el balón siguiera a sus pies y sus padres estuvieran ahí, su sueño de vestir la camiseta de la Selección Colombia seguía vivo, latiendo con más fuerza que nunca.

Porque hay niños que nacen con un balón, pero pocos tienen el alma para escucharlo susurrar sueños.

domingo, 13 de julio de 2025

#"El Tintico Mágico y la Profecía del 1%"

Érase un martes 8 de julio en un lugar apartado de Colombia, donde el tiempo parece detenerse y donde nada extraordinario es imposible. Ese lugar, que parece sacado de un sueño, se llama Villa de las Bendiciones, en Silvania.

Marcaban las 1:08 a. m. cuando Kike despertó sobresaltado de un sueño profundo. En su mente retumbaba una frase como un eco sagrado:
—Hoy seré 1% mejor que ayer... y mañana seré 1% mejor que hoy.
Aunque solo había dormido tres horas —se había acostado exactamente a las 10:08 p. m.— sentía que había descansado una eternidad. Intentó conciliar el sueño de nuevo, pero los pensamientos lo arrastraban como un río desbordado. Entonces, comprendió que debía ponerse en acción.

Bajó a la sala en silencio y, como si lo guiara una fuerza invisible, se sumergió durante hora y media en la lectura. “¿Qué mejor libro que ‘Vivir para contarla’ de Gabriel García Márquez?”, pensó mientras pasaba las páginas. En ese viaje literario, se reencontró con los pasajes no lineales de la vida del Nobel colombiano, desde su infancia en Aracataca hasta su viaje a Ginebra en 1955, reconociendo en sus líneas la fuerza de una vocación irrenunciable.

Cuando el reloj marcó las 2:34 a. m., el sueño volvió a envolverlo. Descansó hasta las 4:05 a. m., momento en el que se levantó a preparar tintos y aromáticas. Luego, hizo yoga y ejercicios de fortalecimiento; cargar los termos, que pesaban alrededor de 7 kilos, era para él una prueba física y espiritual. Soñaba con un vehículo especial que le permitiera transportar sus productos, y estaba convencido de que ese “carro mágico” llegaría al día siguiente desde Bogotá.

A las 5:31 a. m. partió rumbo al Hospital Ismael Silva. Su misión: vender tapabocas, tintos, aromáticas, almojábanas, corazones de chocolate, maní y huevos cocidos. Kike estaba comprometido con recuperar la inversión de la edición de su primer libro, Historias que Inspiran la Imaginación, a través de la venta de tintos. Agradecía a la Divina Providencia por haberle puesto en el camino a don Wilson, su socio y apoyo en el emprendimiento, con quien podía sostener su hogar y cumplir con sus obligaciones.

Terminó su jornada en el hospital hacia las 9:00 a. m. Luego pasó a la plaza a recargar los termos y comenzó su recorrido por las calles de Silvania. Fue entonces cuando ocurrió el inesperado encuentro que marcaría el día.

Al llegar al local de don Carlos Domínguez —quien es un gran emprendedor de un almacén de mascotas donde bañan perros y venden productos veterinarios— Kike notó, como siempre, ese amor incondicional hacia los animales. Carlos ya le había abonado la mitad del valor de un ejemplar del libro, y Kike había prometido entregárselo al día siguiente. Pero esta vez, Carlos lo recibió con una sonrisa brillante y una propuesta inesperada:

Te consigné el restante del libro. ¿Me lo puedes traer esta tarde con dedicatoria y autógrafo para mí y mi hija Salomé?
¡Con gusto, don Carlos! —respondió Kike, emocionado—. ¿Cuál es tu emprendimiento actual?
Soy zootecnista y concejal de Silvania —dijo con orgullo—. Y me encantaría tomarnos una foto con el libro y grabarte un video.

Kike, algo sorprendido, replicó:

Hoy estoy de ropa de trabajo, no venía preparado.
No importa, Kike. Así, tal como eres, está perfecto. Quiero mostrarle al mundo que el escritor también es un guerrero de las calles. Subiré las fotos y el video este fin de semana a mis redes sociales. Quiero que Silvania, Colombia y el mundo te conozcan. Que todos te apoyen comprando tu libro y tus productos. Tú lo mereces.




Y así fue. Grabaron el video. Kike expuso su libro, contó qué lo había inspirado a escribirlo, cuánto tiempo llevaba viviendo en Silvania y cómo había nacido la idea del 1% mejor cada día. Don Carlos escuchaba con atención, con los ojos brillantes.

Después del encuentro, Kike continuó su ruta, volvió a Villa de las Bendiciones y allí lo esperaba Linda con un desayuno lleno de amor. Mientras tomaba el primer sorbo de tinto, escribió con dedicación la siguiente dedicatoria:

Dedicatoria especial para Carlos Domínguez y su hija Salomé

Con gratitud sincera y profundo aprecio, dedico estas palabras a ti, Carlos Domínguez, gran amigo, ser humano inigualable y ejemplo de compromiso con el bienestar de los demás.

Destacado zootecnista, cuya admirable labor en favor de los animales es digna de respeto, y concejal del municipio de Silvania, donde tu vocación de servicio se refleja en cada acción orientada al progreso de nuestra comunidad.

Gracias por apoyar mi camino como escritor adquiriendo un ejemplar de mi primera obra, Historias que Inspiran la Imaginación, y por difundirlo con generosidad en tus redes sociales. Ese gesto habla de tu grandeza y de tu constante disposición a apoyar los sueños de quienes te rodean.

Que este libro sea una fuente de inspiración para ti y para tu querida hija Salomé, recordándoles que, con voluntad y pasión, siempre podemos ser un 1% mejores cada día.

Con admiración y afecto,
Jaime Humberto Sanabria
Villa de las Bendiciones, Silvania – Colombia
Julio 2025

Aquella tarde, Kike entregó el libro a don Carlos con alegría. Terminó su jornada vendiendo tintos por las calles de Silvania hasta las 7:02 p. m. Exhausto pero satisfecho, regresó a casa, almorzó tarde y se dio una merecida ducha fría. Mientras el agua corría por su cuerpo, pensaba:
“Hoy Dios me puso otro ángel en el camino.”

Ese ángel se llamaba Carlos Domínguez, un concejal honesto e influyente que había decidido hacer resonar el mensaje de su primer libro y abrirle el camino para el segundo.

Pero quedaban aún preguntas flotando en el aire de Silvania como hojas al viento:

¿Se cumplirían las expectativas de Kike con el nuevo carro mágico que llegaría desde Bogotá?
¿Lograría duplicar sus ventas y sumar nuevos productos como el carajillo artesanal?
¿Publicaría don Carlos las fotos y el video aquel fin de semana, haciendo viral el mensaje?

Esta historia continuará...

 

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