Érase un 16 de noviembre de 2024. Jostin David Cubillos cumplía 16 años, pero en su corazón pesaba el recuerdo de su amada abuela, quien había fallecido un año atrás. Sus jóvenes padres, Carolina Orjuela y Mauricio Cubillos, le organizaban una fiesta de cumpleaños como cada año, con globos, pastel y la presencia de sus hermanos, tíos y amigos. Sin embargo, esa celebración escondía una preocupación latente: Jostin había perdido el año escolar. No por falta de inteligencia, sino por su falta de compromiso y responsabilidad.
Desde pequeño, Jostin había sido un niño amado y protegido. Sus padres, responsables de cuatro hijos más, le habían dado todo lo mejor que pudieron ofrecer: los mejores colegios, juguetes, viajes, y cada año, una celebración especial rodeado de amor. Con su cabello rubio dorado y ojos claros como la miel, Jostin era irresistible para quienes lo rodeaban; su sonrisa picarona y su encanto natural lo hacían el centro de atención.
Pero algo dentro de él no encontraba sosiego. La mudanza de su madre y hermanos al campo, en busca de una vida más tranquila y próspera, dejó a Jostin solo en la ciudad junto a su abuelo y tío. La soledad llenó su vida de un vacío inquebrantable, y pronto, los días aburridos se tornaron en búsqueda de emociones en lugares incorrectos. Con el tiempo, las malas amistades y las tentaciones de la ciudad se convirtieron en su escape. La droga se infiltró en su vida como un susurro seductor, prometiendo llenar el vacío con la ilusión de nuevas experiencias.
Carolina, una madre fuerte pero vulnerable ante el amor por su hijo, no soportaba verlo alejarse cada día más. Su corazón se debatía entre permanecer a su lado y protegerlo o dejarlo partir hacia un destino incierto. Con lágrimas en los ojos, le propuso una nueva vida en el campo, rodeado de naturaleza y amor, pero Jostin rechazó la idea. “Mami, yo te amo, pero no puedo con mis hermanos,” le dijo una noche, mientras su mirada reflejaba un conflicto interno que ni él mismo podía comprender.
"Con fe, amor y esperanza, Jostin comienza su nuevo camino"
El aeropuerto el Dorado de Bogotá, fue testigo de una despedida cargada de emociones. Carolina lo abrazó con fuerza, sintiendo que soltarlo era también amarlo. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras susurraba, “Hijo, recuerda que siempre estaré aquí para ti.” Jostin asintió con los ojos cristalinos, tratando de disimular el miedo a lo desconocido.
El avión despegó y con él, la esperanza de un nuevo comienzo. Carolina y Mauricio regresaron a casa con la incertidumbre de si su hijo encontraría su camino o si este sería un viaje sin retorno.
La historia de Jostin apenas comienza...
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