El impacto de estar conectado con la naturaleza desde la infancia de Deepak
La historia de Deepak se remonta a cuando tenía entre 4 y 6 años. Su madre, quien trabajaba en una fábrica llamada Arlequín, se vio obligada a dejarlo al cuidado de su abuelo, Ángel María, y su tío Manuel, en una casa rural que con el tiempo se convertiría en un barrio más de Bogotá.
Durante esos dos años que vivió con su abuelo, Deepak encontró en la naturaleza su mayor refugio y fuente de inspiración. Observaba con admiración cómo su abuelo sembraba papa, cebolla y cubios, y en las tardes, subía al altillo donde dormía su tío, desde donde se trepaba a un árbol de peras. Esas peras, que él mismo bajaba, se convertían en deliciosos dulces que preparaba su madre cuando venía a visitarlo.
Al caer la tarde, Deepak se maravillaba con los atardeceres, contemplando el horizonte y la majestuosidad de las montañas que rodeaban la casa. Detrás de ella, un manantial de agua pura, proveniente de la montaña, le recordaba la fuerza y la vida que la naturaleza ofrece.
Las noches eran igual de mágicas. Deepak escuchaba con atención las historias que su abuelo y su tío le contaban sobre las generaciones pasadas, historias que parecían sacadas de un libro de fábulas. Estas narraciones, llenas de fantasía y aventura, se convertían en sueños que lo transportaban a mundos mágicos cuando se iba a dormir.
Aquella conexión profunda con la naturaleza y las historias de su familia moldearon el carácter de Deepak, haciéndolo noble y transparente. En su adolescencia y adultez, estas experiencias le otorgaron virtudes extraordinarias, disciplinándolo y forjando en él un ser constante y ejemplar para la sociedad. Al final, la Divina Providencia lo recompensaría, llevándolo al lugar donde siempre había soñado estar.
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